Pasó un tiempo y la mujer apareció de nuevo a las puertas del ambulatorio. O mejor dicho, apareció una garrapata del tamaño de un coche de cuya boca colgaba como una fruta madura la mujer, pálida y demacrada.
Los médicos se miraron entre sí, consternados, y sentenciaron: "vamos a necesitar mucha más sangre".
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